La obra de Halley se caracteriza por la intensidad cromática y por la utilización del lenguaje de la abstracción geométrica, en su caso siempre con un referente figurativo. Recontextualiza en el entorno urbano la abstracción geométrica de las vanguardias y movimientos precedentes aportando una crítica social y estética al idealismo de la Modernidad. Refleja las infraestructuras organizativas del espacio social contemporáneo y del intenso flujo de personas, mercancías y datos en el paisaje urbano postindustrial propio de la era digital; metáforas de los lugares en los que vivimos y trabajamos, como chips informáticos y canales de comunicación. En sus grandes telas de colores puros combina el uso recurrente de los patrones de células y circuitos con elementos planos y en relieve, un vocabulario formal reducido que juega con las variaciones de escala y la combinación o repetición.