La exposición Splits presenta obra reciente del artista norteamericano Alex Katz (Brooklyn, 1927) centrada en el retrato femenino. En esta serie, que nos muestra a las modelos tanto duplicadas como de forma individual, ya sea de perfil o de manera frontal, la imagen aparece cortada por planos de color y también por el propio encuadre elegido para la composición, sus característicos close-ups. Los fondos neutros sobre los que se recortan las siluetas en este caso son siempre azules y naranjas, el pintor ha jugado para la ocasión con una paleta muy reducida de tonos carne, rojos y marrones de distinta intensidad pero que confiere unidad al conjunto dentro de la diversidad de rostros femeninos que nos ofrece, algunos ya conocidos por su público como los de Elizabeth, Ariel y Vivien.
En la colección de retratos que conforman la actual muestra destaca la presencia femenina, habitual protagonista de sus composiciones no sólo de estudio sino también de las ambientadas al aire libre. En sus pinturas, Katz trata de captar la belleza que observa en lo que le rodea, centrándose en sus familiares y amigos, en su entorno social y cultural. Pintados del natural, en una sola sesión, sus retratos ofrecen una vitalidad esencial e intemporal. En ellos las modelos se muestran enigmáticas y distantes, como esculturas antiguas o figuras renacentistas, pero indudablemente contemporáneas, íntimas e icónicas al mismo tiempo. La economía y delicadeza del dibujo, el matizado uso del color y la sutil iluminación de las superficies planas son rasgos que definen un estilo reconocible al instante.
El estatismo que pudieran sugerir estas composiciones se ve compensado por la introducción del tiempo, y por tanto de un cierto movimiento, a través de la fragmentación y de la repetición, como si de fotogramas o secuencias continuas de una misma escena se tratara. Katz duplica el motivo, pero no lo hace en forma de espejo como otras veces, sino que superpone las imágenes de manera que los rostros quedan cortados, las cabezas encajadas en los límites del lienzo por su preferencia por los primerísimos primeros planos por influencia del cine, y la mirada del espectador atrapada por los ojos y los labios de las mujeres que le seducen desde el otro lado del plano pictórico, traspasando la superficie bidimensional que les separa.
En un artículo de Antonio Muñoz Molina publicado en Babelia en el que hablaba de Alex Katz, se hacía referencia a “esa longevidad fértil que parece reservada a los pintores: Monet, Tiziano, Picasso”. En otro fragmento le reconocía al pintor neoyorquino su capacidad para “sostener su vocación y su oficio contra viento y marea, contra las modas y las ortodoxias sucesivas que se han impuesto en el mundo del arte desde que él era muy joven, y en ninguna de las cuales se amparó nunca. Quiso deliberadamente ser un pintor figurativo en la Nueva York de los años cincuenta, cuando era obligatoria la pintura abstracta. Para los vanguardistas, era superficial y decorativo: para los conservadores era demasiado moderno”. Sus últimas exposiciones le asombraban “por su desmesura y su energía”, concluyendo que “lo que le mantiene activo, en la plenitud de sus facultades creadoras (…) quizás sea la simple conciencia de que no puede dejar de hacer lo que hace”.
"Estamos en el estudio de Katz en el centro de Nueva York, un amplio espacio abuhardillado donde cuadros tan altos como el techo se apoyan de tres en tres contra cada pared. Katz, ágil y risueño, la viva imagen de un gamberro, siempre ha sido un pintor veloz, pero este verano se ha visto trabajando más rápido que nunca. "Mi producción se ha vuelto de locos", dice. "Trabajo los siete días de la semana".
Los resultados son espectaculares. Desde el principio, las pinturas figurativas de gran formato de Katz tuvieron una simplicidad engañosa que anticipaba el arte pop y su último trabajo no es diferente. Katz empleaba a bailarines para reproducir las poses de las bailarinas en las famosas obras de Degas, aunque él no copiaba todo lo que el artista francés hacía. "La luz no proviene de Degas", comenta. "Entonces está la cuestión de la composición y la emoción. Todo eso está pasando al mismo tiempo en una pintura, con una sola imagen. Entra en ella". Me acerco. "De pronto es perfecta", afirma Katz. "Es pintura virtuosa. Es para los pintores".
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